Friday, May 6, 2011

Un abogado para Onechot

[Vieja foto mía en los 90, cuando llevaba el poderoso Jewfro]

Aparecí coleado en una edición de Guayoyo en Letras junto a luminarias de la movida rockera criolla. A continuación, el link de mi último artículo: Un abogado para Onechot

Wednesday, April 13, 2011

Llegó la recluta

Recuerdo la angustia que significaba cumplir 18. Al menos para mí, la mayoría de edad se encontraba completamente opacada por el tema de la bendita tarjeta militar. Cuentos iban y venían de pobres post-pubertos a quienes retenían por horas poniéndolos a hacer flexiones y sentadillas hasta que vomitaban del agotamiento. Había más de un cuento rodando por ahí, del primo al que le habían rapado el pelo y a quien habían hecho llorar amenazándolo: que por encontrarse en perfectas condiciones físicas iba directo a la academia. Era absolutamente necesario tener más de un par de opciones de Universidades para utilizar como excusa. Los más afortunados eran los “hijos únicos” y ni hablar de los miopes. ¡Bendito sea el pie plano! Cualquier coartada era suficiente para levantar el ánimo y salir del fastidioso trámite. Al final era puro terrorismo psicológico de los militares. Imagino que estarían obstinados de pasar todo el día echados sin emergencia nacional que atender. 

Yo nunca fui; nunca me saqué la tarjeta militar. La razón oficial: ¡No creo en la guerra! La verdad: Una mezcla entre cobardía y la más terrible procrastinación. Años después, me pareció leer en alguna parte que luego de transcurridos cuatro años en estatus de “renuente” uno se convertía en “traidor a la patria”. Ese título lo llevé (jocosamente) a mucha honra en tiempos de Chávez.  

Cerrando el año pasado, entre la chorrera de leyes que lanzaron cual metralla, estuvo la Ley de Conscripción y Alistamiento Militar. Como si no fuera poco con la cantidad de trabas que existen hoy, hasta para comprar chicle, estaban decididos a agregar un engranaje más a la inmensa maquinaria burocrática venezolana. Amenazaron que ahora, tan necesaria como el RIF, la cédula, la licencia de conducir (con certificado médico incluido), el pasaporte y el carnet del partido, sería la tarjeta militar. ¿Las razones? Inexplicables, como siempre. El hecho es que los gestores hicieron una fortuna tramitando el documentito al gentío que no lo tenía (incluido el suscrito). ¿Y al final? Otra finta, otro tira y encoge. 


Ahora, la gran preocupación de las tías, es el tema de la milicia desdentada dando educación premilitar en los colegios. No deja de ser un peligro aprovecharse de ese afán de los venezolanos por formar parte de un club, un cambur, cualquier cosa que les de estatus de VIP, para sembrar en los más jóvenes las bases del pensamiento mediocre. El hombre nuevo del siglo 19. Si pasa de ser cortina de humo y se gradúa para convertirse en un proyecto real, probablemente no pase de un par de Escuelas Bolivarianas; pa la foto. Lo que si es seguro y ha sido harto comprobado, es lo peligroso de tratar de inculcar una ideología como si se tratase de una religión. Con lo difícil y necesario que es separar la religión del gobierno, estás ideologías mesiánicas sembradas desde temprana edad vienen siendo como la Cajita Feliz del infierno. Estoy seguro que la Juventud Nazi empezó de la misma manera que las Guerrillas Comunicacionales (de adolescentes); así pues, sólo nos queda agradecer a la buena providencia, el no haberle dado a esta noble patria la eficiencia y capacidad de ejecución de los alemanes.

Tuesday, February 22, 2011

Ayer fue mi cumple


Confieso que siempre le he tenido terror a que mi cumpleaños pase por debajo de la mesa. Que al levantarme por la mañana esperando el acostumbrado enhorabuena, mi gente me trate como si fuera cualquier hijo de vecina y que transcurriera todo el día como si estuviese pintado en la pared. A las 12:01, anunciaría con el guarapo aguado, que ayer fue mi cumpleaños. Una fantasia masoquista que me ha perseguido desde el huevo o la gallina. Pero peor, mucho peor, es estar en el papel de quien no recuerda el cumpleaños de un ser querido. Pues me acaba de pasar, aunque no se trata de un ser y todavía no he decidido si lo quiero. Ayer se cumplió un año de la publicación del primer post en este blog. Ayer cumplió años Nixon Vega. Bueno... eso no es del todo cierto, Nixon Vega es más viejo que el blog. Los orígenes del señor Vega se remontan a, por lo menos dos años. La verdad, eso tampoco es cierto. Nixon Vega fue bautizado hace dos años, pero tiene, por lo menos, seis años dando vueltas en mi cabeza.

Nixon Vega de la Vega, un personaje criollo atrapado en el extranjero, con suficientes conocimientos de cultura pop como para ocultar, temporalmente, su humilde pasado y fallas idiosincráticas; fue el personaje principal del primer cuento que escribí. Mejor dicho, el primer cuento que terminé. Ese cuento no lo encontrarán en el blog y solo unos pocos (privilegiados) han posado sus ojos sobre él. Nixon Vega no es un alter ego ni tampoco un pseudónimo, no es más que la voz que encontré para surtir este blog de… lo que sea. Lo de International Man of Misery si era una referencia directa a mí mientras estaba viviendo en el extranjero, añorando, paradójicamente, nuestra miserable y amada tierra. Admito que varias veces he estado a punto de cambiar el nombre, el proveedor, la dirección, de cerrarlo para abrir uno nuevo y/o asesinar al Sr. Vega; pero de hacerlo quizás caería de nuevo en el circulo vicioso de la incertidumbre, ya que, todavía no sé de que va este “proyecto.” En fin, dejémoslo de ese tamaño y que siga la habladera de paja.

Feliz cumpleaños, Molly Ringwald. Tarde pero seguro.  

Monday, February 14, 2011

Regreso a Ciudad Gótica



En una época multicolor, ciertamente muy distinta a esta, un eminente profesor nos contaba sobre una maravillosa ciudad donde gobernaba el irreductible imperio de la ley. Una ciudad sin corrupción ni hampa. Caracas, la ciudad del hombre justo. Lamentablemente, decía el profesor, en su más cercana vecina, Ciudad Gótica, la historia era completamente distinta. Los ciudadanos de Gótica estaban sometidos por la inseguridad de sus calles y por la podredumbre de un gobierno corrupto al que poco le interesaba el progreso de la sociedad gotiqueña.

Hoy, de encontrarme con el emérito profesor, le comentaría que Ciudad Gótica se quedó corta. A sus peligrosas calles puede agregarse el gobierno de Nottingham, donde un implacable y regresivo recolector de impuestos drena a sus indefensos habitantes en beneficio de quienes detentan el poder. Además, le hablaría de los poderosos empresarios de Metrópolis, quienes a través de sus conexiones con la administración pública, planean dominar al mundo, o al menos, al país.

Y es que más allá de las páginas de los comics y de las novelas de caballería, la mayoría de los días nos encontramos en medio de una tragedia Orwelliana, atrapados entre 1984 y una Rebelión en la Granja, donde un “Gran Hermano” nos bombardea con su ideología, al tiempo que nos espía y unos cochinos nos tratan de imponer su ineficiente y pasado de moda esquema de gobierno. Es agotador.

Cansado y aburrido de tanta necedad, me largué por un par de años en busca de aventura y novedad. El extranjero me trató muy bien. Estudié, trabajé y formé una familia. Mucho más de lo que esperaba, ordene mi vida y mis ideas. Pero después de un tiempo me comenzó a atormentar una idea que golpeaba mi cabeza como cincel a la piedra. Encontré lo que estaba buscando cuando me fui: una razón para volver.

Un miércoles cualquiera, recibí un email de despedida de uno de los directores legales de la compañía donde trabajaba. Se trataba de un abogado brasilero quien había tenido una exitosa carrera en la empresa y que había decidido regresar a su país para desarrollar un proyecto personal.

En la carta, el abogado carioca nos relataba sobre su juventud en Brasil. Hablaba sobre tiempos duros que parecían nunca acabar. Contó como los mayores repetían incesantemente a los jóvenes, que tuvieran paciencia, que Brasil era “el país del futuro.” Harto de esperar al dichoso futuro, el joven abogado decidió ir a buscarlo en otro lado. Partió a los Estados Unidos con su título de abogado bajo el brazo y se embriagó con el sueño americano. Fue exitoso. Narró todo lo que el país y la compañía habían hecho por el y su familia. Dio agradecimientos como si de los Oscar se tratase. Y luego, en un giro literario perfecto, dijo: “Pero ahora, el futuro ha llegado.” Punto y aparte.

Al terminar de leer la carta tenía la piel de gallina. ¡Una verdadera historia de éxito! ¡Un regreso triunfal! “¿Cuando nos llegará nuestro futuro?” me pregunté. Entonces, un pensamiento me estremeció como un escalofrío. Recordé lo que los mayores repetían incesantemente a los venezolanos de mi generación: “Esta vaina, la van a tener que arreglar ustedes.”

Esa carta me dio claridad en cuanto al siguiente paso. Volver a donde soy realmente útil.

Los cambios no se generan por osmosis solo porque son justos o necesarios.

El regreso me presentó a una ciudad de pocas luces, pero con mucho corazón. Para quienes quieran verlas, quedan semillas de esperanza en nuestro pequeño conuco quemado. Hay una generación de gente, más joven que yo, que parece entender la magnitud de cruzada que han heredado.

Mientras esperamos que aparezca Bruno Díaz para que componga este rollo, podemos empezar por quedarnos y representar, por regresar y traer de vuelta nuevas ideas en cabezas frescas. Nuestra sola presencia descompensa a los Guasones que nos gobiernan.

No necesitamos excusas para quedarnos a defender lo que es nuestro. Razones sobran y cada quien conoce la suya. A mi, últimamente, me mueve la idea de, un día, poder decirle a mi hija: “Tranquila, quédate aquí, porque ESTE, tu país, es el país del futuro.”

Thursday, February 10, 2011

Tululo III


Existe un extraño sentimiento que se encuentra entre el deja vu y los celos, cuando nos encontramos con alguna obra que describe exactamente lo que sentimos en un momento determinado o que simplemente parece tratarse de una fotocopia de nuestra imaginación. Me ha pasado con películas, canciones de Bob Dylan y recienntemente con la novela de Nick Hornby, High Fidelity. Hoy me llegó por e-mail un texto escaneado de algún periódico español escrito por Francisco García Pérez y publicado en su columna "Lo que hay que oir" el 27 de abril de 2006.

A continuación, una crónica que debí escribir yo. Aplica para Andalucía igual que para Sabaneta de Barinas y Machurucuto.


"La profesora echó un vistazo por el ventanuco desde el que se divisaba una esquina de La Caleta de Cádiz. Daba clase en un colegio de la provincia, y, aunque era sevillana cerrada, los gaditanos le encantaban. Encima de la mesa de su estudio, unos cien exámenes para corregir. No se dejó invadir por la pereza, se sirvió un té frío y se sentó a la tarea. Antes, una última ojeada a la luz inmensa sobre el mar.

Los ejercicios, 4.º de la ESO, trataban sobre las lenguas peninsulares y alguna cuestión de cultura general que había conseguido ir metiendo con calzador a los chavales: un poco de arte, unas pinceladas de historia.

Leyó el primero: «Los versos utilizados en España antes del Renacimiento eran, mayormente, el dodecaedro y el octoedro». ¡Virgen Santa del Rocío! Tachó la respuesta, pero incorporó un «jajajá» con el rotulador rojo en el margen. No se desmoronó. En el tercero de los folios, se afirmaba literalmente: «El euskera es una lengua bilingüe». Se quitó las gafas, se masajeó las sienes: no podía ser cierto. Pero lo era, porque, según otro alumno: «El euskera se cree que llegó del Cáucaso [sic] con una familia de inmigrantes». Y todo ello, claro, escrito en lo que quería ser un andaluz fonético. Por ejemplo: «El gallego es de origen griego derivado del latín», que aparecía como «er gayego e dorihen jriego deribao der latín».

De pronto, una respuesta le hizo fijar su atención de modo especial: «Tululo III». Allí estaba, como contestación a la pregunta número 12. «Tululo III». ¿Tululo Tercero?, se preguntó, ¿pero cuándo hablé yo de un Tululo Tercero? ¿Qué habría entendido aquella alma cándida? Preocupada, repasó la lista de reyes, de papas. ¿Tululo Tercero? ¿Acaso había querido decir Tululo Tres? Es posible, pero ¿quién es Tululo Tres, en todo caso? Ya está, pensó, este elemento metió aquí a algún cantante de moda o a algún personaje de «Gran hermano», a algún Camilo Sesto moderno, armándose un taco. Se preparó otro té, más frío aún. Sonrió recordando aquel gazapo de un periódico que puso como pie de foto «Inocencio Díez» bajo una reproducción del retrato velazqueño del Papa Inocencio X.

Ahí fue cuando se le encendió la bombilla. Recordaba, en efecto, haber explicado algo de pintores famosos en una de las clases. Recordó enseguida que había insistido mucho en que prestaran atención, que aquello iba a ser asimismo materia de examen, que guardaran silencio. Sí, incluso había llevado diapositivas al aula. La intuición le fue creciendo dentro como un irresistible golpe de mar. Algo tenía que ver el «Tululo III» de los demonios con aquella jornada. Algo, pero qué. Agitada, fue en busca de la cartera donde guardaba las preguntas del examen que había puesto. Encontró la de marras y aún quedó más perpleja. La había formulado así: «Escribe el nombre de algún pintor francés famoso». Y Tululo III ¿qué tenía que ver con eso? Ella misma fue repasando en su memoria los artistas franceses: Monet, Manet, Pissarro, Sisley, Morisot, Delacroix, Renoir, Cézanne, Gauguin.

Cuando cayó en la cuenta, hubo de sentarse de golpe en el sofá. Aquella clase se le vino al punto, imagen tras imagen, palabra tras palabra: «A ver, niños, hoy vamos a estudiar a un pintor muy bohemio y muy bueno que se llama Toulouse Lautrec». Y, claro, ¿cómo pronuncia esa frase una sevillana adoptada por Cádiz? Muy sencillo: «Vamo a estudiá a un pintó mu bohemio y mu güeno que ze yama Tululotré». Y el niño, sabedor de Felipes III, de Carlos III, de Abderramanes III, de tanta gente que ha sido III en la historia, no tuvo duda al copiar en su cuaderno el nombre del artista: «Tululo III». ¡Ole y ole, chaval!"