Wednesday, November 30, 2011

El imperio de la Ley

Publicado en Código Venezuela 30/11/11


Tras la captura y asesinato de Muammar el Gadafi leí un artículo de Ian Buruma donde el autor hacía la siguiente reflexión: “Llevar a juicio a Gadafi probablemente no hubiera satisfecho todos los sentimientos de injusticia de los libios, pero pudo haber ayudado a infundirles un mayor respeto por la ley.”

Las palabras del eminente profesor de Bard College calaron tan profundamente que terminé por verme en el espejo de los rebeldes libios en la transición post-Gadafi. Entendí que una de las consecuencia más graves de estos regímenes anárquicos disfrazados de dictaduras populistas es, precisamente, la pérdida de aquella característica fundamental de la conciencia democrática: el respeto a la ley.

A cuenta de que nos gobierna un régimen regresivo que, con menoscabo de las libertades económicas garantizadas en la Constitución, todo lo regula y todo lo limita, nos sentimos con licencia de violar el ordenamiento jurídico a nuestras anchas. Con esa excusa, hasta al más pendejo le salen agallas. “Algo tenemos que sacarle a este gobierno”, “por lo menos unos dolaritos con Sitme”, “mejor nosotros que ellos” y así sucesivamente hasta que no queda ni el rastro de los ciudadanos que solíamos ser, para pasar a convertirnos, y lo digo con toda la saña posible, en pueblo y nada más. Una masa idiota fácilmente sobornable con cuatro churupos.

Fomentar el respeto por las instituciones y las leyes no significa doblegarnos ni dejar de retarlas cuando atenten contra nuestros derechos. Significa hacer cama para la oportunidad de cambio que se encuentra a la vuelta de la esquina, porque la única forma de aprovecharla, es ser algo mucho más que ciudadanos, es ser país.

Thursday, November 10, 2011

Miami Blues

Una breve crónica sobre el exilio y el mejor blues criollo. Para leerla en Prodavinci, hacer click en el link: Miami Blues

Wednesday, October 26, 2011

Cuba Libre

Artículo publicado en Revista Le Concierge edición Octubre-Noviembre 2011 (Versión Completa)



Cántame una canción al oído y te pongo un cubata - Con una condición: que me dejes abierto el balcón de tus ojos de gata
Joaquín Sabina

No se trata de una discusión ideológica ni de un análisis a la antología de artículos de Yoani Sánchez. Abrimos este espacio con una ligera nota sobre los orígenes y la evolución de aquel sencillo cóctel que, muy lejos del Molotov, nació en el caribe cubano.
Existen varías teorías sobre la creación del Cuba Libre. No se sabe si fue un cubano el primero en ligar sus populares ingredientes o si, por el contrario, fue un americano, tal y como sugiere la gente de Bacardi adjudicándole el crédito a un tal capitán Russel de la caballería de los Estados Unidos. La única certeza, quizás, se encuentre en la fecha. El advenimiento del siglo XX encontró a una Cuba convulsionada –por no decir revolucionada- con el final de la guerra Española/Americana. Los americanos habían desplazado a los españoles y Cuba pasaba a convertirse en una nación independiente.  Por las calles de la Habana se celebraba bajo la consigna de guerra “¡Viva Cuba Libre!” Fue en esa época precisamente, que en tradición colonizadora, los soldados americanos introdujeron la Coca-Cola al país caribeño (1900). Sería absolutamente lógico pensar, que durante la celebración independentista, se combinaran aquel tónico del primer mundo con el legendario licor caribeño. Todo lo que tomó fue un brindis: ¡Viva Cuba Libre! De ahí el nombre. En todo caso, prefiero esa historia a las teorías conspirativas de los intelectuales de izquierda, que insisten en que se trató de una estrategia de mercadeo –probablemente ideada por los hombres de Madison Ave.- para la penetración del famoso refresco de cola en Cuba. Gabriel García Márquez, en su artículo Allá por aquellos tiempos de la “coca-cola” (El País/1981), respalda esta teoría.
Cuenta García Márquez que la Coca-Cola fue uno de los primeros productos en desaparecer tras la llegada de la revolución a Cuba. Rápidamente el régimen nacionalizó la fábrica por tratarse de uno de los símbolos más representativos del capitalismo. Fue el Ché Guevara en persona y en su carácter de Ministro de Industria, quien ordenó la creación de un sustituto para la popular gaseosa –que para su pesar, ya se había convertido en parte de la idiosincrasia del cubano-. Ante los ojos de un pueblo que esperaba expectante, el Ché se pronunció, en cadena nacional, para dar parte de las resultas de aquél experimento. “Sabe a cucaracha” dijo ante las cámaras. Qué desilusión. La crónica termina en 1981 cuando, afirma el narrador colombiano, las nuevas generaciones de cubanos –nacidos y residenciados en la isla- habían ya perdido todo tipo de identificación con la gaseosa, tanto así, que el nombre nada les decía. No más Cuba Libre para los cubanos.

La gaseosa regresó a la isla de la mano del boom turístico y se vende a US$ 2,50, para quienes puedan pagar el lujo.
Poco más de noventa millas al norte, en la ciudad de Miami, es muy común que al ordenar un Cuba Libre en la barra de un bar, se oiga a algún cubanillo contestar “saliendo una Mentirita”. Por lo que muchos hispanohablantes reniegan de su latinidad y simplemente lo llaman por su nombre anglosajón “Rum & Coke”.
Los españoles, quienes bastante tienen que ver con la creación del trago –o al menos con su bautizo-, le llaman Cubata. De hecho, en la actualidad, el “apodo” aplica para cualquier mezcla de alcohol con bebida gaseosa. Para mi esto fue toda una revelación, pues por fin entendí lo que negociaba Rocío (Durcal) con Joaquín (Sabina) en Y nos dieron las diez. Un roncito por una canción, un cubata para que le dejara ver sus ojos de gata. Qué perro el Sabina.
“Celebramos con Rum, Scotch & Coke” dice el famoso manager, Brian Epstein, en una de las grabaciones del Beatles Anthology, refiriéndose a la fiesta luego de haber conseguido una audición ante Decca Records. El whisky escocés con Coca-Cola era el trago Beatle por excelencia. Nunca entendí como, teniendo el ron tan cerca –y tratándose de una de las bebidas predilectas de McCartney-, nunca se les ocurrió hacer lo contrario: beber whisky en las rocas y Rum & Coke (Cubata o Cuba Libre).
En Venezuela, hoy gran productor y exportador de ron, por muchos años la alternativa a un Cuba Libre preparado era el Ron con Pecsi (durante décadas Venezuela fue de los pocos países en que la Pepsi se vendía más que la Coca-Cola). Quien haga una rápida búsqueda en Wikipedia, encontrará una supuesta versión venezolana del cóctel. Venezuela Libre, dice la nota, en honor a la cercana relación entre los gobiernos de Cuba y Venezuela en los últimos años: ron oscuro, ron blanco, cola de dieta –probablemente en referencia a la producción en masa de reinas de belleza-, limón y Amargo de Angostura. Patrañas.
Para los sensibles de paladar –como el suscrito- ron blanco en un Cuba Libre es una grosería. Antes de adulterar el trago con ron blanco sería preferible la fórmula hecha popular en el mundo por los Beatles y, particularmente en Venezuela, por el presidente Pérez, esa que los españoles llaman whiskola. El Amargo de Angostura sí es otra historia. El curioso que haya leído alguna vez la etiqueta de aquel menjurje de hiervas aromáticas, sabrá que fue creado en la ciudad de Angostura (hoy ciudad Bolívar), Venezuela. Informa también, la generosa etiqueta, que por su particular aroma y propiedades, se utiliza para realzar el sabor de todo tipo de tragos, cócteles y bebidas alcohólicas. Esto último es cierto y, quizás, el más importante aporte de Venezuela al Cuba Libre.

Así pues, comparto mi versión favorita, la que definitivamente podríamos llamar Cuba Libre con un Twist criollo: Refresco de Cola –preferiblemente de fabricación capitalista-; ron oscuro –añejado y venezolano-; cucharada y media de azúcar –cucharadita, para evitar un coma diabético-; hielo; un cuarto de limón y Amargo de Angostura. Se toma el cuarto de limón y con un mortero se machaca en el fondo de un vaso largo. Se dejan el jugo y la cáscara y se agrega la cucharada(ita) y media de azúcar. Se agrega hielo y se sacude o revuelven los hielos hasta que el azúcar y las partículas del limón queden mezcladas entre el hielo –esta parte asemeja la preparación de la caipirinha brasilera-. Luego el ron. Oscuro. Evitar a toda costa el blanco. Hasta la mitad del vaso por lo menos. El refresco de cola de preferencia se agrega; la cantidad, la mitad del ron, de manera que regañe. El toque final son un par de gotas de amargo de angostura.
La resaca y el empalagamiento varían dependiendo de la calidad del ron y la marca del acompañamiento, pero si las cantidades se mezclan  de manera correcta, el efecto es maravillosamente contradictorio. Calienta los huesos al tiempo que refresca la garganta. Un trago mestizo para una gente que a menudo confunde el negro con el blanco y la derecha con la izquierda.

Friday, October 7, 2011

Encrucijada


Cuento Publicado en Revista Clímax (02/09/11)

—Seguimos aquí en Más sabe el Diablo. Con lo mejor del blues y el rock & roll, a través del dial de la bestia, carretera al infierno, 99.9. Velándoles el insomnio hasta las tres de la mañana. Ahora, para variar: sus “majestades satánicas”.

“Please allow me to introduce myself
I am a man of wealth and taste…”

El turno de la madrugada había sido el gran logro de mi vida. Ponía la música que me gustaba y nada más. Solo, sin control ni censura. Pero esa noche, mientras sonaban las congas introductorias de aquel himno de maldad que es Simpatía por el Diablo, mi deliciosa soledad fue interrumpida con tres golpes secos a la puerta de la cabina de radio. Al abrir, me encontré con un hombre espigado y viejo, vestido con jeans y franela negra. Su rostro, no lo recuerdo. La conversación, nunca la olvidaré.

—Tengo años observándote, Andrés —dijo el hombre, mientras se acomodaba en la silla opuesta a la mía.
— ¿Años observándome?
—Mejor dicho, escuchándote. Me gusta mucho tu programa, pinchas buena música. Y todo el tema es… bueno, tengo que admitir que es halagador.
— ¿Quién es usted?
—Tengo muchos nombres y ninguno es de mi predilección —respondió mientras acariciaba la carátula del disco de los Stones que estaba sonando— Lucifer, Belcebú, Satanás, bla, bla, bla; pero tú, Andrés, puedes llamarme Mick.
— ¿Y por qué está aquí?
—Pues para la entrevista ¿para qué más?

Su voz era cariñosa, hipnótica y arrulladora. Algo en su porte me era familiar, como un abuelo. Me sentí cómodo siguiéndole la corriente. Entonces, comencé con la improvisada entrevista:

—Esta noche les tenemos una sorpresa muy especial. El Príncipe de las Tinieblas en persona o, como prefiere que le llamen, Mick.

—Muchas gracias por recibirme en este “mi programa”, aparentemente. Porque soy yo el que más sabe por viejo ¿cierto?

—Empecemos por lo básico: ¿Cuál es la música qué más le gusta, Mick?

—Tú mejor que nadie sabes que lo mío es el blues. He guiado las manos y las mentes de los más talentosos músicos para hacer de esa sencilla progresión mi propia banda sonora. Estuve ahí, desde el comienzo, gestándola en los corazones de los esclavos en las plantaciones del sur de los Estados Unidos. La cercanía de esos hombres y mujeres al vudú y la magia negra me permitió plantar la semilla con facilidad. Y cuando estuvo lista, bastó con sentarme al lado de un tal WC Handy, en una vieja estación de tren, y tocar un par de acordes para llamar su atención. Handy tenía años buscando un nuevo sonido, algo fuera de lo común, que lo sacara de las orquestas de música religiosa y de los viejos standards americanos. Desesperado, pidió mi ayuda. Hicimos un trato y lo convertí en el precursor del blues. Eso fue hace más de cien años. El resto es historia.

—Déjeme adivinar: “cuidado con lo que deseas porque puedes recibirlo.”

—Pues no, cumplo a cabalidad con mis promesas y mis contrapartes quedan bastante satisfechas con lo que reciben. No hay trampas, no hay trucos. Doy lo que me piden y cobro lo acordado.

—Entonces, podemos decir que el Diablo camina por la tierra haciendo milagros.

—Milagros no. Deberías saber que los milagros no son mi departamento. Lo mío son deseos terrenales. Concedo lo posible. Por ejemplo, yo sé, Andrés, que uno de tus tormentos más grandes es la juventud desperdiciada. Quisiste vivir de tu música. En tu cabeza, crees que pudiste hacer mucho más con tu talento, pero la flojera innata, que crees tener, no te lo permitió. Por más que tú y yo hiciésemos un pacto y, por más que yo quisiera, no podría darte juventud. No puedo borrar tus canas ni plancharte las arrugas, menos todavía podría rebajarte la barriga, para eso sí requerirías de un verdadero milagro. Lo que sí puedo, es hacerte famoso con tus talentos. De alguna manera, recuperar ese tiempo perdido.

— ¿Y cuál es el pago por sus favores?

—Pues la respuesta es obvia: el alma, por supuesto.

— ¿Qué significa venderle el alma al Diablo?

— ¡Excelente pregunta! El alma, Andrés, aunque tú no creas, es lo más puro y valioso que tiene una persona. Es lo único eterno, amigo mío. El alma es tu ticket al paraíso, al infinito y al vendérmela, cuando mueras, simplemente se apagará la luz.

—Alto precio, para quien crea en esas cosas, claro. Damas y caballeros, para los que nos están sintonizando en este momento, la noche de hoy tenemos a un invitado de ultratumba, estamos conversando con el Diablo. Mick, estabas diciendo que tus favores se pagan con el alma, ahora ¿qué pasa si alguien se arrepiente y quiere cancelar el contrato?

—Podrás imaginar, mi querido amigo, que tengo a los mejores abogados a mi lado. Son un mal necesario pues ya los contratos no se firman con sangre, se imprimen en papel bond y tinta negra. La penalidad por incumplimiento es muy justa y sencilla. Quién se retracte, tendrá que entregarme aquello que represente el afecto más importante en su vida, el problema —y aquí es donde entran mis fantásticos abogados— es que no siempre sabrá exactamente lo que es. Hay quienes piensan que pueden vivir sin un artefacto, una persona, una meta cumplida, cancelan el contrato y yo les quito algo que no esperaban. Tú conoces muy bien la historia de Robert Johnson, ahora lo llaman el Padre del Delta Blues. El anhelo más grande del señor Johnson fue convertirse en una leyenda viviente. Tras un encuentro en una oscura carretera de Missisipi, afiné su guitarra y le enseñé un par de tonadas. El muchacho perfeccionó su técnica y, con lo que aprendió de mí, compuso Crossroads, esa vieja canción donde relató nuestro encuentro. Pero el muchacho venía de una familia muy religiosa. Al poco tiempo vino a pedirme su alma de vuelta. Yo se la entregué y, a cambio, le quité la vida. Se convirtió en una leyenda, pero décadas después de su muerte. La gente siempre ha dicho que la música de Robert Johnson sonaba como si tocará dos guitarras al mismo tiempo. En cierta forma era verdad. Por un lado tocaba él y, por el otro, tocaba yo.

—Increíble ¿alguna otra historia de famosos retractándose de sus promesas?

—George Harrison, por ejemplo, trató de rescindir el contrato involucrándose con cuanta religión pudo. Pero al final, le quité el amor de su esposa, Pattie Boyd, y eventualmente la puse en manos de Eric Clapton, su mejor amigo. 

— ¿Y Clapton? ¿Su talento también es comprado?

¿Eric? Jamás, su talento sí es nato. No, Eric quería otra cosa, el amor de una mujer y, como te dije, la puse en sus manos. El gran Slowhand pasó años tratando de llamar mi atención y solo pudo invocarme tras grabar una magnífica versión de Crossroads, la canción que Robert Johnson me dedicó. Lamentablemente, luego de haberle entregado el cariño de la ex de Harrison, el hombre se echó para atrás. Tuve que esperar años antes de encontrar algo que calificara para compensar mi pérdida. Y entonces, en 1986, Eric tuvo un hijo.

—Entonces, la muerte del hijo de Clapton…

—Más que suficiente pago por el valor de su alma. Puedo pasar horas enumerándote historias de famosos: Apunté la escopeta de Cobain; fui dealer de Morrison, Hendrix, Joplin y mejor ni hablemos de El Rey. Todos ellos se retractaron y pasaron, como dirían ustedes, a mejor vida.

—Mick, lo siento, pero cuando hablas de vida eterna, me pierdes.

—Pues entonces, estás en la mejor de las posiciones, Andrés. Y aquí llegamos al verdadero motivo de mi visita. Me caes bien y quiero ayudarte. Puedes verlo como una apuesta: si yo digo la verdad, cumplo tus deseos y me quedo con tu alma. Si no, tú continuarás con tu vida simplona hasta el día que te mueras. En cualquier caso, tendrás la seguridad que al final las cosas serán exactamente como crees que son. Se apaga la luz y ya. Tienes las reglas claras. Piénsatelo Andrés, en menos de tres meses recibirás mi oferta formal. No te arrepentirás, espero. Entre tanto, te agradezco me complazcas con una canción. Tú sabes cuál.


Han pasado dos meses y veintinueve días desde mi encuentro con Mick. No lo he vuelto a ver. Sin embargo, desde que algún loco montó el audio de mi entrevista con “el Diablo” en Youtube, la cuestión se ha convertido en un fenómeno mundial. Ahora, me encuentro sentado en las oficinas de la Warner Bros. Me ofrecen un contrato discográfico incluyendo película y libro. Bolígrafo en mano y listo para firmar, tormentosas preguntas azotan mi cabeza: ¿Será que Mick era el Diablo y está cumpliendo su parte? —De ser así— ¿Existirá un más allá, un Dios, un alma? ¿Vendrá a cobrar? La única certeza que tengo en este momento, es que la promesa de cumplir todos mis sueños y anhelos, yace frente a mí, en un maldito contrato, redactado por abogados e impreso en papel bond y tinta negra.

Jobs

"My model for business is The Beatles. They were four guys who kept each other's kind of negative tendencies in check. They balanced each other and the total was greater than the sum of the parts. That's how I see business: great things in business are never done by one person, they're done by a team of people."

Steve Jobs (1955-2011)
 
Para leer mi post al respecto click aquí: Adiós al forjador de futuros

El viaje de Apolonia


Llegó al aeropuerto con cuatro horas y media de anticipación. Pero la nota de hoy no es para despotricar el tortuoso viacruci en que se ha convertido viajar. Adelantemos hasta tres horas más tarde. Hambrienta y con media hora por quemar, Apolonia se dirigió a la feria por una arepa para desayunar.

Té frío y Reina Pepiada en mano, hizo un rápido paneo del lugar en busca de una mesa libre.

Mientras una familia de tres comenzaba a recoger sus cosas,  Apolonia, con toda naturalidad –y haciendo caso omiso a las lagunas de café derramado y amenazantes manchas de salsa de tomate-, se desplazó ligeramente hasta la mesa y se sentó en el puesto vacío con su bandeja. La feria del aeropuerto de Maiquetía es solvente, pero no muy grande, por lo que es común ver a extraños compartir mesa. Para Apolonia esto no es un problema, pues es capaz de sacarle conversación a una piedra.

No habían pasado cinco minutos de la partida de sus anfitriones cuando una muchacha, contemporánea con ella y vestida en uniforme del aeropuerto, le pedía permiso para sentarse a su lado.

Un cumplido a los zapatos de una y un piropo al peinado de la otra, fue todo lo que hizo falta para sentirse cómodas e iniciar conversación. Ya en confianza, Apolonia le preguntó a Sonia por su trabajo en el aeropuerto. La joven le comentó que la paga no estaba mal, pero que el trabajo se había tornado muy peligroso. Según relató Sonia –quien pertenecía al personal de seguridad- el peligro se debe al control de la Guardia Nacional sobre las drogas que ingresan al país por esa vía. Aparentemente “controlan” (en el sentido más jivariano de la palabra) el tráfico de sustancias ilegales en el aeropuerto y, en caso de que la cosa se ponga muy caliente con algún superior, utilizan como chivos (o chinos) expiatorios a la gente de seguridad como Sonia. Tienen que soportar , a diario, los vejámenes y abusos de aquellos cuya divisa solía ser el honor.      

La historia de Sonia le hizo imposible a Apolonia aguantarse la cara de burro ante la funcionaria de la Guardia Nacional que la cacheó antes de abordar el avión. La mujer, al notar la mueca de nuestra heroína, le replicó –con un acento de dudosa procedencia- ¡Si no le gusta la regreso!

Apolonia me insiste que el acento de la mujer no era de aquí –según ella cubano-. Yo no creo. Estoy seguro que la funcionaria era bien criolla. Para mí esto es otro aporte del Comandante-Presidente que, para quien no se haya dado cuenta, cambió el acento ya hace un rato.

Hoy, el Buda de Sabaneta es el antivenezolano. En su afán porque el pueblo se identifique con él, ha creado un tipo de identidad nueva que nada tiene que ver con lo que significa ser venezolano. Desde el cambio de simbología hasta el nuevo modo de hablar.

Pero hay esperanza. En el encuentro entre Sonia –empleado público de Catia la Mar- y Apolonia –abogada del este de Caracas- ambas mujeres se identificaron con aquella complicidad fraterna que, en caso que lo hayamos olvidado, era una cualidad típica de los venezolanos.

Algo está cambiando…

Wednesday, September 28, 2011

Soberbios, como Rafael

Siempre he sido un gran escéptico. La noticia que el niño Jesús no era quien traía los regalos de Navidad, me llevó a cuestionar la existencia del cielo, el alma y Dios. Ante la mirada de angustia de mi madre, el Catolicismo se me desmoronaba como una torre de naipes. Además, aquella nefasta noticia, sirvió la mesa para terribles pesadillas, que iban, desde convertirme en almuerzo de gusanos, hasta perderme en un limbo de la más profunda y eterna oscuridad. Todo eso en la cabeza de un muchachito de ocho años. 

Como dije antes, gran escéptico. Pero más allá de la fe en Dios o entregarse a los cuentos chinos de los hombres (y mujeres) de la política, aquellos que vivimos en la tierra de Bolívar –y el prócer de Sabaneta- no podemos darnos el lujo del escepticismo y el maravilloso desprendimiento que trae consigo. Ha llegado el momento de hacer compromisos. 

Aunque no soy hombre de creer, creo –porque siento que me lo han demostrado sobremanera en los últimos meses- que los miembros de la unidad llevan rato tomando decisiones acertadas. No se quien los está asesorando, pero aparentemente es la gente correcta. Han mantenido la cohesión y la coherencia, han hablado cuando hemos necesitado que hablen y más importante aún, han sabido callar cuando las circunstancias lo han requerido –y hay que ver que les ha debido costar-. El último en la racha de aciertos, es la firma del “Compromiso por la Unidad”, que más que una promesa política barata es precisamente lo que dice ser, un compromiso frente a una sociedad civil que ha marcado el compás de este merengue criollo.

Y como es el momento de hacer compromisos, yo también me he comprometido –valga la redundancia- a ser un poco más constructivo a la hora de criticar. Lo que me lleva al tema que realmente quería tocar: la posición cómoda –sin compromisos- de los “indecisos”. No los “indecisos”; yo no voy a hacer lo mismo que el gobierno y la oposición. No los voy a tratar con pinzas.

Los “niní” –y no deja de sorprenderme que la gente se autodenomine de esta manera sin ningún tipo de vergüenza- se han caracterizado por ser los bocones espectadores de un horroroso choque de autopista. Sin ánimos de generalizar (mentira), he llegado a la conclusión que estos amigos indecisos, en algún punto –unos por más tiempo que otros y aunque suene a grosería- tuvieron que haber sido Chavistas. Chavistas desilusionados, con un nivel de moral suficiente como para dejar de serlo, pero con una soberbia Calderista que no les permite bajar la cabeza, admitir el error y terminar de brincar la talanquera (con lo incómodo que es quedarse en medio de una reja). Hacerlo, sería perder el halo radical o, como dicen en el imperio, el edge. HUMILDAD. 

No se les pide que dejen la crítica, pero si que dejen la crítica cómoda, la de sofá. Es más, tienen mucho que ofrecer; la opinión y la vigilancia de la sociedad civil han sido y seguirán siendo esenciales para que los representantes de la unidad –quienes, recordemos, no dejan de ser políticos- no se vayan de palos o se pongan agalludos, y mantengan el curso hacia el objetivo, que mas allá de sacar a un Presidente, se trata de arar el campo para el futuro que (ustedes) votaron hace 12 años.

Y si tienen miedo de plegarse porque la unidad es “capitalista”, “imperialista”, “conservadora” y hiede a zamuro, sería bueno recordarles, que Venezuela es un país con dos pies izquierdos –y que quizás por eso no ha aprendido a bailar.

En Univisión

Arrancando con dos posts en el blog de política y actualidad de Univisión -siempre pensé que mi debut en el canal sería en una telenovela, pero esto es lo que hay-, Debate Latino:



No es lo mismo, Sean

Sunday, September 18, 2011

En defensa de Alicia

Me fastidié de los chistes de Alicia Machado, lean por qué en Código Venezuela: En defensa de Alicia

Tuesday, September 13, 2011

CCS en los ojos de un ¿turista?

Milagro, esta joya me llego en una cadena. Caracas según García Márquez.
La primera vez que la oí nombrar fue en una frase de Simón Bolívar: La infeliz Caracas. Desde entonces, pocas veces la he vuelto a oír nombrada sin que vaya precedida de ese antiguo prestigio de infelicidad. Al parecer, su destino es igual al de muchos seres humanos de gran estirpe, que no pueden ser amados sino por quienes sean capaces de padecerlos.
Desde aquella remota frase de la escuela primaria, Caracas ha sido siempre para mí algo muy parecido a una obsesión. En el pueblo donde nací, que también tenía algo de infernal y no sólo por su calor de infierno, uno se encontraba a Caracas en el agua y la sal. Era un refugio de expatriados y apátridas del mundo entero, pero existía una categoría aparte, mucho más nuestra que las otras, que eran los fugitivos del infierno de Juan Vicente Gómez. Ellos me dejaron a Caracas sembrada para siempre en el corazón, a veces por los horrores de sus cárceles, y a veces por la idealización de la nostalgia. Era difícil ser feliz pensando en Caracas, pero era imposible no pensar en ella.
Nadie me enseñó tanto sobre esa ciudad irreal, como la gran mujer que pobló de fantasmas los años más dichosos de mi niñez. Se llamaba Juana de Freites, y era inteligente y hermosa, y el ser humano más humano y con más sentido de la fabulación que conocí jamás. Todas las tardes, cuando bajaba el calor, se sentaba en la puerta de su casa en un mecedor de bejuco, con su cabeza nevada y su bata de nazarena, y nos contaba sin cansancio los grandes cuentos de la literatura infantil. Los mismos de siempre, desde Blanca Nieves hasta Gulliver, pero con una variación original: todos ocurrían en Caracas.
Fue así como crecí con la certidumbre mágica de que Genoveva de Bravante y su hijo Desdichado se refugiaron en una cueva de Bello Monte, que Cenicienta había perdido la zapatilla de cristal en una fiesta de gala de El Paraíso, que la Bella Durmiente esperaba a su príncipe despertador a la sombra de Los Caobos, y que Caperucita Roja había sido devorada por un lobo llamado Juan Vicente el Feroz. Caracas fue desde entonces para mí la ciudad fugitiva de la imaginación, con castillos de gigantes, con genios escondidos en las botellas, con árboles que cantaban y fuentes que convertían en sapos el corazón, y muchachas de prodigio que vivían en el mundo al revés dentro de los espejos. Por desgracia, nada es más atroz ni suscita tantas desdichas juntas como la maravilla de los cuentos de hadas, de modo que mi recuerdo anticipado de Caracas siguió siendo el de siempre: la infeliz Caracas.
Todo esto lo pensaba el 28 de diciembre de 1957 – día de los Santos Inocentes, además – mientras volaba desde París hacia Caracas en los aviones de cuerda de aquella época, que tanto tiempo daban para pensar.
A pesar del calor, del fragor del tránsito en las autopistas de vértigo, de las distancias cortas más largas del mundo, yo iba reconociendo a cada vuelta de rueda los sitios familiares de mi infancia desde que atravesé la ciudad por primera vez. Identificaba en las laderas escarpadas las cabañas de colores de los enanos, los dragones de candela, la torre del rey, y una edificación luciferina que sólo por su nombre sobrepasaba de muy lejos a todos los horrores del mundo infantil: El Helicoide de la Roca Tarpeya. Recuerdo que al verla por vez primera, asomada a su precipicio mortal, volví a recordar: La infeliz Caracas.
Mi primer domingo en la ciudad desperté con la rara sensación de que algo extraño nos iba a suceder, y la atribuí al estado de ánimo que me había inspirado con sus fábulas doña Juana de Freites. Pocas horas más tarde, cuando nos preparábamos para un domingo feliz en la playa, Soledad Mendoza subió de dos zancadas las escaleras de la casa con sus botas de Siete Leguas.
-¡Se alzó la aviación! – gritó. En efecto, quince minutos después, la ciudad se abrió por completo en su estado natural de literatura fantástica. Los caraqueños habían salido a las azoteas, saludando con pañuelos de júbilo a los aviones de guerra y aplaudiendo de gozo cuando veían caer las bombas sobre el Palacio de Miraflores, que para mí seguía siendo el Castillo del Rey que Rabió. Tres meses después, Venezuela fue por poco tiempo, pero de un modo inolvidable en mi vida, el país más libre del mundo. Y yo fui un hombre feliz, tal vez porque nunca más desde entonces me volvieron a ocurrir tantas cosas definitivas por primera vez en un solo año: me casé para siempre, viví una revolución de carne y hueso, tuve una dirección fija, me quedé tres horas encerrado en un ascensor con una mujer bella, escribí mi mejor cuento para un concurso que no gané, definí para siempre mi concepción de la literatura y sus relaciones secretas con el periodismo, manejé el primer automóvil y sufrí un accidente dos minutos después, y adquirí una claridad política que habría de llevarme doce años más tarde a ingresar en un partido de Venezuela.
Tal vez por eso, una de las hermosas frustraciones de mi vida es no haberme quedado a vivir para siempre en esa ciudad infernal. Me gusta su gente, a la cual me siento muy parecido, me gustan sus mujeres tiernas y bravas, y me gusta su locura sin límites y su sentido experimental de la vida. Pocas cosas me gustan tanto en este mundo como el color del Avila al atardecer. Pero el prodigio mayor de Caracas es que en medio del hierro y el asfalto y los embotellamientos de tránsito que siguen siendo uno solo y siempre el mismo desde hace 20 años, la ciudad conserva todavía en su corazón la nostalgia del campo. Hay unas tardes de sol primaveral en que se oyen más las chicharras que los carros, y uno duerme en el piso número quince de un rascacielos de vidrio soñando con el canto de las ranas y el pistón de los grillos, y se despierta en unas albas atronadoras, pero todavía purificadas por los cobres de un gallo. Es el revés de los cuentos de hadas: la feliz Caracas.

Monday, September 12, 2011

Propina, limosna y soborno

Publicado en Código Venezuela 09/11/11

Un premio. La Real Academia Española define a la propina como un agasajo, sobre el precio de un servicio, que se da como muestra de satisfacción. Palabras clave: satisfacción y servicio.
Como ejemplo más reciente de servicio digno, tengo frescos los favores de los Costarricenses. Los Ticos no bajan la cabeza ante sus huéspedes. Los miran a los ojos y los atienden con una genuina sonrisa. Cuando responden “con gusto” ante los pedimentos de un turista, exactamente eso es lo que quieren decir.
Porque ellos están felices y agradecidos de recibir nuestros dólares de Cadivi por sus gentiles servicios. Son impecables, hasta la sodita más humilde tiene el piso resplandeciente. Lo hacen sentir a uno como en casa. Se esmeran por presentar un servicio de primera y, lo más sorprendente, jamás esperan propina.
Los venezolanos no estamos configurados así. Hay algo de humillante en el hecho de servir. Y a pesar de que no nos gusta hacerlo y que cuando lo hacemos suele ser de mala gana, las “propinas” que ofrecemos son de fama internacional. Parece contradictorio, pero no lo es.
En la tierra de Bolívar y el prócer de Sabaneta estamos acostumbrados a pagar de más para que la gente haga su trabajo. Y esto va, por supuesto, desde un mesonero de tasca hasta un servidor público, como por ejemplo –y al azar–, un juez. Pero hoy no estamos aquí para despotricar contra nuestra corrupta administración pública, no. Hoy estamos llegando de vacaciones.
En nuestro país, desde hace años los restaurantes, cafeterías, fuentes de soda y cuidado si los perrocalenteros, acostumbran incluir un 10% adicional sobre la cuenta por concepto de “servicio”. La primera vez que me crucé con esta particularidad le llamaban “cubierto”.
El cubierto daba derecho precisamente a eso –a los cubiertos para llevarse la comida a la boca. En los más refinados sitios daba derecho también a la bandejita de pan con mantequilla. Hoy, lo clavan de frente. No importa que el servicio haya sido una real plasta, el 10% te lo entierran y el pan te lo cobran aparte. Es que se trata de un derecho. Parte de nuestra idiosincrasia: dame, dame, dame… a cambio de nada.
Lo que es peor, encima de ese antipático 10% se espera una generosa propina. GENEROSA, porque quien complete con un 5% recibirá un maldeojo por parte de los empleados y el título de tacaño por los demás clientes del establecimiento.
La costumbre es cebar al prestador de servicios para recibir un trato VIP. Así es nuestra mentalidad, de nuevo rico. Y como es costumbre en Venezuela, contra el mal servicio, no hay con quien quejarse. Absurdamente he visto –más de una vez– a algún gerente tomar el lado del mesonero tras las justas quejas de algún comensal.
Pues se acabó. Esteban el Bueno –o sea, este que está aquí– ya no dará más propinas a quien no se las gane. Seré despiadado, pero por supuesto, después que me hayan traído la cuenta. Todo el mundo sabe el terrible destino de quien maltrate a algún mesonero.
Por cierto, es lamentable que este artículo lleve mi foto. La imagino ampliada en todas las cocinas de Caracas con tres dardos en la frente y un par de cachos de diablo pintados con magimarker.
En el país de los mendigos servir es humillante. Pero pedir limosna, eso es de Reyes, Caciques, Generales y hasta Presidentes.

Monday, September 5, 2011

Tuesday, August 2, 2011

Aquí, en la cola

Esta semana en Código Venezuela una crónica que trata del odio, la humillación y CADIVI.
Hacer click Aquí, en la cola

Monday, July 25, 2011

Martín Silbador (en la semana de C4R4C4S)

Para el próximo domingo 31 de julio a las 11:30 de la mañana, Publicarte, ha organizado a 160 periodistas, narradores, dramaturgos y poetas para leer textos en homenaje a la gran cumpleañera en distintos puntos de la ciudad.

Logré colarme para participar con el siguiente texto, el cuento de Martín Silbador; Caracas desde una óptica muy particular y optimista.

Zumba cual mosquito por la Libertador, quiebra la máquina entre carro y carro como un campeón. Sabe que le temen, pero no se aprovecha. Al contrario, sonríe a las señoras buenamozas y da los buenos días, a los desprevenidos, que sorprende con el vidrio abajo.

No le interesa comunismo, consumismo, socialismo, paludismo ni capitalismo; el único ismo en el que cree, es el sismo que la Candelaria predijo para dos mil doce.

Para Martín, las promesas son palabras y lo único real, es lo que se tiene en la cartera. Es cumplido y su presencia, impecable. A pesar del polvero le brillan los zapatos, pule la moto a diario y el maletín remendado pasa por nuevo.

En las ventanas de los carros, su telenovela -vitrinas a la vida de los otros- le llama. Muchachitos tremendos en el asiento trasero, amantes que pasean en silencio y a grito pelao, el mujerón que necesita un buen hombre y menos maquillaje, la cantante en pleno recital, el actor que se pierde en sus sueños y agradece su Oscar –o su Ronda- a casa llena; todo eso y mucho más en la cola de las tres.

Va por los Cedros y cae un chaparrón. Se moja y acelera. En cada viaducto lo saludan los colegas, que saben, que a pesar de la lluvia, Martín no para, porque Martín no llega tarde. El diablo, rabioso con su doña, corta el agua y borra las nubes del cielo. El sol calienta.

La manga de coleo termina en el Sambil. Martín vuela por Bello Campo apartando gente y carros con su silbidito original. Llega a la Francisco de Miranda y para en el semáforo de la Francia. Entre rojo y verde descansa. Respira, contempla su Ávila quien, recién bañado, estrena nueva capa de pintura. Sonríe. Ve la hora. Va con tiempo. Cambia la luz y arranca.

Thursday, July 21, 2011

Orgulloso y sin camisa

Esto lo escribí hace un par de días y, oportunamente, salió hoy -tras el partido contra Paraguay- en Código Venezuela. Click en el siguiente link para leer: Sin camisa

Thursday, July 14, 2011

Ni Jack

Hace un par de días leí una breve nota sobre el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) por el psicólogo Gilberto Zuleta y, aprovechando que fue publicada en Código Venezuela, para esta semana envié un ejercicio -podríamos decirle- que escribí hace no mucho, sobre el mismo tema. Click aquí para leer mi artículo del 13/07/11: Con la derecha primero

Advertencia, puede causar stress, angustia y, en los más cínicos, algo de risa.

Wednesday, July 6, 2011

Nothing to report

Fidel, Hugo y Raulito (from left to right)
Algo sobre el muerto andante y otras noticias irrelevantes.

Mi artículo de hoy 06 de julio de 2011 en Código Venezuela: Nada que reportar

Friday, July 1, 2011

La Vida y la Noche

Este post no tiene nada que ver con la cadena de esta noche, la más corta que ha dado el presidente en años, probablemente. Es de antes, de la semana previa, cuando no podíamos más con las teorías de conspiración y nos escapamos a ver a La Vida Boheme en el Teatro.

Lean en Código Venezuela La Vida y la Noche

Saturday, June 18, 2011

Ombudsgirl


I
Como fanático de los comics siempre tuve la ilusión de conocer el primer superhéroe venezolano. Sufrí una gran decepción en los noventa con el Camaleón, cuando en una oportunidad su primera plana mostraba a un musculoso enmascarado tricolor con siete estrellas en el pecho luchando contra el Capitán América. Tristemente, se trataba de un mal chiste sobre el control de cambio del gobierno de Caldera. Pero no he perdido la esperanza. No tendría que ser un hombre necesariamente. Podría ser una mujer, quedaríamos modernísimos. El tema del nombre es esencial, todo el mundo sabe que los superhéroes nacen con su nombre. Tradicionalmente, o por lo menos en las historietas clásicas (Batman por ejemplo), los nombres de las heroínas solían ser juegos de palabras que incluían la palabra girl (chica): Batgirl o Batichica. Otro ejemplo es el de la mal comportada prima kriptoniana de Clark Kent, Supergirl. A pesar de lo que puedan afirmar algunas activistas del feminismo, el girl de ninguna manera es peyorativo o denigrante. Es simplemente por eso de que a las mujeres les encanta esconder su edad. La Mujer Maravilla no cuenta, pues fue producto de un autor con fuertes tendencias feministas (aunque rápidamente la aguerrida amazona se convirtiera, junto a Bettie Page, en ícono del  Bondage en los Estados Unidos y el mundo).
II
Para quienes no lo saben, la función de la Defensoría del Pueblo es la de velar por el cumplimiento y respeto de los Derechos Humanos en el país. En otras palabras, proteger a los ciudadanos de posibles abusos por parte de la administración pública (quien es la única que puede violar Derechos Humanos). El Defensor del Pueblo tiene una gran cantidad de facultades y obligaciones que lo enfrentan con poderosas instancias del gobierno. La Constitución, en su inmensa sabiduría, establece en su artículo 282 que el Defensor o Defensora del Pueblo “gozará de inmunidad en el ejercicio de sus funciones y, por lo tanto, no podrá ser perseguido, detenido, ni enjuiciado por actos relacionados con el ejercicio de sus funciones.” En un mundo donde los millonarios no se disfrazan de murciélagos para golpear a ladrones de gallinas y en el que los periodistas no vuelan, esto es lo más cercano a un superpoder. Para colmo, el cargo de Defensor del Pueblo es mundialmente conocido por el término suizo: Ombudsman (nótese la sorprendente similitud con Superman, Batman y Aquaman).
III
Ombudsgirl. Un nombre digno para nuestra superheroína. Digno de sus poderes y esa noble tarea que tiene entre sus manos: luchar por los derechos del débil frente al insaciable Leviatán. ¿Y quién será la persona que cargue con tal responsabilidad? Una sencilla muchacha llamada Gabriela del Mar Ramírez, quien se describe como poco “lustrosa” (punto que nadie discute) y que ha tratado de pasar los últimos cuatro años “agachada”, inconspicua y en silencio, para no levantar sospecha alguna sobre su verdadera identidad. Mala pata, su destino la alcanzó. Nunca pudimos pensar que sería peor que su antecesor, Germán Mundaraín; ni siquiera con su indiferencia frente a la represión contra el movimiento estudiantil o con su nefasta e inolvidable intervención en el episodio de las puertas de la UCV. Pero su ineptitud e ineficiencia en el caso de la toma del Rodeo I, a grandes zancadas, la ha puesto en el primer lugar de la mediocridad. La Defensoría fue la primera invitada a la fiesta y la última en llegar.
Es lamentable, la intocable Ombudsgirl, no es más que otra heroína de fantasía.

Publicado originalmente en Código Venezuela. 

Tuesday, June 14, 2011

Monday, June 6, 2011

Una de Vaqueros

Para leer mi artículo de esta semana en Código Venezuela hacer click en el siguiente link: Ahora, una de vaqueros

Saludos desde el lejano oeste.

Saturday, May 28, 2011

Patear Caracas

Hoy paseamos por los Palos Grandes, estuvo genial. No hay de otra, tenemos que recuperar nuestros espacios públicos. Para leer mi artículo de hoy 28-05-11 hacer cilck en el link: Patear Caracas

PD. Para el año que viene no estaría de más que cierren un par de calles (o arreglen las aceras).

Saturday, May 21, 2011

Conserje

Para desenmascarar a un régimen autoritario de medio pelo no hacen falta Wikileaks, con Wikipedia es suficiente.

Para leer mi último artículo (sobre la palabra del día) en Código Venezuela, hacer click en el link a continuación: Los Conserjes del Rey

Tuesday, May 17, 2011

Luces, cámara...

Fue el día de la muerte del super villano internacional, Osama Bin Laden, que me cayó la locha. La reportera de CNN en español buscaba entre la alegre marejada de gente apostada en Times Square, a algún hispanohablante que le diera su parte sobre los acontecimientos del día. La mujer, quien hacía un trabajo fatal tratando de ocultar su acento caraqueño, entrevistó a una docena de latinos variopintos (peruanos, colombianos, mexicanos, ecuatorianos, etc.) que ante el poderoso foco de la cámara de CNN quedaron petrificados como conejo alumbrado. Pésima modulación, tartamudeo, lugar comunismo, redundancias, en fin, un horror, pena ajena en su estado más puro. Pues bien, le tocó el turno a los venezolanos. Nuestra reportera se encontró con un grupete de cinco compatriotas. Tomó a uno de los muchachos por el brazo y le pidió unas palabras. La cámara alumbró y, el jovenzuelo, con gran naturalidad, se disparó a hablar. Habló sobre la justicia, sobre la democracia, sobre la libertad de los pueblos y sobre la lucha contra la tiranía. Un dicurso político digno de un "my fellow americans." Perfecta estructura en sus palabras y una ejecución magistral. La entrevista saltó hacia los otros dos varones del grupo quienes respondieron con la misma elocuencia que el primero. Uno hasta me recordó a Ramos Allup. 

Al terminar con los varones, la entrevistadora, visiblemente orgullosa, le dio el pase a una de las niñas del grupo. Con la misma naturalidad del primer muchacho la joven rubia, luego de batir su cabellera hacía la izquierda, se disparó a hablar: "Primero que nada, yo quiero agradecer a mi familia, profesores y amigos por haberme dado el apoyo necesario para estar aquí en una noche tan especial como esta. Una noche en la que el mundo se ha unido para celebrar esta gran victoria, que es una victoria no solo de los americanos sino de todos los hombres y mujeres que creen en la libertad, una victoria que nos acerca mucho más a la paz mundial. "

Mucha gente practica en secreto su discurso de aceptación del Oscar o del Grammy, just in case. Los venezolanos y venezolanas, por pura programación genética, tienen bajo la manga y aprendidos al pelo, su discursito político o las respuestas a las preguntas del Miss Venezuela. Y algunos (sin distingo de género), hasta los dos.

Sunday, May 15, 2011

Ahora en Código

Aquí les dejo el link para leer la primera entrega de mi nueva columna semanal en Código Venezuela: Desde Nottingham, con amor

Sigo

Tras un mes de lucha contra las malignas fuerzas de Intercable he vuelto al ciberespacio. Esta batalla la gané yo, pero la guerra continúa. Así pues, me encontré frente a un sin fin de actualizaciones de facebook, emails y tweets que prometían una larga y deliciosa jornada de chismes y oneliners inútiles. Pero la buena providencia guió mi mano y, en vez de pasar una mañana de podredumbre mental, le dió click a download para bajar la primera producción discográfica de Americania: Sigo. Nos traen un sonido complejo, madurado, inteligente y más importante aún, distinto. Todo un orgullo nacional y la mejor expresión de hacia donde vamos musicalmente. Me quito el sombrero.

No vale la pena que pierdan el tiempo leyendo, mientras trato de describir y elogiar con palabras la obra de Pizzolante, Añez y Casas; su mensaje y su música no requiere más carta de presentación que darle a play y escuchar. Para descargar el disco hagan click en www.americania.com.ve y sigan las instrucciones. Enjoy!

Friday, May 6, 2011

Un abogado para Onechot

[Vieja foto mía en los 90, cuando llevaba el poderoso Jewfro]

Aparecí coleado en una edición de Guayoyo en Letras junto a luminarias de la movida rockera criolla. A continuación, el link de mi último artículo: Un abogado para Onechot

Wednesday, April 13, 2011

Llegó la recluta

Recuerdo la angustia que significaba cumplir 18. Al menos para mí, la mayoría de edad se encontraba completamente opacada por el tema de la bendita tarjeta militar. Cuentos iban y venían de pobres post-pubertos a quienes retenían por horas poniéndolos a hacer flexiones y sentadillas hasta que vomitaban del agotamiento. Había más de un cuento rodando por ahí, del primo al que le habían rapado el pelo y a quien habían hecho llorar amenazándolo: que por encontrarse en perfectas condiciones físicas iba directo a la academia. Era absolutamente necesario tener más de un par de opciones de Universidades para utilizar como excusa. Los más afortunados eran los “hijos únicos” y ni hablar de los miopes. ¡Bendito sea el pie plano! Cualquier coartada era suficiente para levantar el ánimo y salir del fastidioso trámite. Al final era puro terrorismo psicológico de los militares. Imagino que estarían obstinados de pasar todo el día echados sin emergencia nacional que atender. 

Yo nunca fui; nunca me saqué la tarjeta militar. La razón oficial: ¡No creo en la guerra! La verdad: Una mezcla entre cobardía y la más terrible procrastinación. Años después, me pareció leer en alguna parte que luego de transcurridos cuatro años en estatus de “renuente” uno se convertía en “traidor a la patria”. Ese título lo llevé (jocosamente) a mucha honra en tiempos de Chávez.  

Cerrando el año pasado, entre la chorrera de leyes que lanzaron cual metralla, estuvo la Ley de Conscripción y Alistamiento Militar. Como si no fuera poco con la cantidad de trabas que existen hoy, hasta para comprar chicle, estaban decididos a agregar un engranaje más a la inmensa maquinaria burocrática venezolana. Amenazaron que ahora, tan necesaria como el RIF, la cédula, la licencia de conducir (con certificado médico incluido), el pasaporte y el carnet del partido, sería la tarjeta militar. ¿Las razones? Inexplicables, como siempre. El hecho es que los gestores hicieron una fortuna tramitando el documentito al gentío que no lo tenía (incluido el suscrito). ¿Y al final? Otra finta, otro tira y encoge. 


Ahora, la gran preocupación de las tías, es el tema de la milicia desdentada dando educación premilitar en los colegios. No deja de ser un peligro aprovecharse de ese afán de los venezolanos por formar parte de un club, un cambur, cualquier cosa que les de estatus de VIP, para sembrar en los más jóvenes las bases del pensamiento mediocre. El hombre nuevo del siglo 19. Si pasa de ser cortina de humo y se gradúa para convertirse en un proyecto real, probablemente no pase de un par de Escuelas Bolivarianas; pa la foto. Lo que si es seguro y ha sido harto comprobado, es lo peligroso de tratar de inculcar una ideología como si se tratase de una religión. Con lo difícil y necesario que es separar la religión del gobierno, estás ideologías mesiánicas sembradas desde temprana edad vienen siendo como la Cajita Feliz del infierno. Estoy seguro que la Juventud Nazi empezó de la misma manera que las Guerrillas Comunicacionales (de adolescentes); así pues, sólo nos queda agradecer a la buena providencia, el no haberle dado a esta noble patria la eficiencia y capacidad de ejecución de los alemanes.