Publicado en Código Venezuela 09/11/11
Un premio. La Real Academia Española define a la propina como un agasajo, sobre el precio de un servicio, que se da como muestra de satisfacción. Palabras clave: satisfacción y servicio.
Como ejemplo más reciente de servicio digno, tengo frescos los favores de los Costarricenses. Los Ticos no bajan la cabeza ante sus huéspedes. Los miran a los ojos y los atienden con una genuina sonrisa. Cuando responden “con gusto” ante los pedimentos de un turista, exactamente eso es lo que quieren decir.
Porque ellos están felices y agradecidos de recibir nuestros dólares de Cadivi por sus gentiles servicios. Son impecables, hasta la sodita más humilde tiene el piso resplandeciente. Lo hacen sentir a uno como en casa. Se esmeran por presentar un servicio de primera y, lo más sorprendente, jamás esperan propina.
Los venezolanos no estamos configurados así. Hay algo de humillante en el hecho de servir. Y a pesar de que no nos gusta hacerlo y que cuando lo hacemos suele ser de mala gana, las “propinas” que ofrecemos son de fama internacional. Parece contradictorio, pero no lo es.
En la tierra de Bolívar y el prócer de Sabaneta estamos acostumbrados a pagar de más para que la gente haga su trabajo. Y esto va, por supuesto, desde un mesonero de tasca hasta un servidor público, como por ejemplo –y al azar–, un juez. Pero hoy no estamos aquí para despotricar contra nuestra corrupta administración pública, no. Hoy estamos llegando de vacaciones.
En nuestro país, desde hace años los restaurantes, cafeterías, fuentes de soda y cuidado si los perrocalenteros, acostumbran incluir un 10% adicional sobre la cuenta por concepto de “servicio”. La primera vez que me crucé con esta particularidad le llamaban “cubierto”.
El cubierto daba derecho precisamente a eso –a los cubiertos para llevarse la comida a la boca. En los más refinados sitios daba derecho también a la bandejita de pan con mantequilla. Hoy, lo clavan de frente. No importa que el servicio haya sido una real plasta, el 10% te lo entierran y el pan te lo cobran aparte. Es que se trata de un derecho. Parte de nuestra idiosincrasia: dame, dame, dame… a cambio de nada.
Lo que es peor, encima de ese antipático 10% se espera una generosa propina. GENEROSA, porque quien complete con un 5% recibirá un maldeojo por parte de los empleados y el título de tacaño por los demás clientes del establecimiento.
La costumbre es cebar al prestador de servicios para recibir un trato VIP. Así es nuestra mentalidad, de nuevo rico. Y como es costumbre en Venezuela, contra el mal servicio, no hay con quien quejarse. Absurdamente he visto –más de una vez– a algún gerente tomar el lado del mesonero tras las justas quejas de algún comensal.
Pues se acabó. Esteban el Bueno –o sea, este que está aquí– ya no dará más propinas a quien no se las gane. Seré despiadado, pero por supuesto, después que me hayan traído la cuenta. Todo el mundo sabe el terrible destino de quien maltrate a algún mesonero.
Por cierto, es lamentable que este artículo lleve mi foto. La imagino ampliada en todas las cocinas de Caracas con tres dardos en la frente y un par de cachos de diablo pintados con magimarker.
En el país de los mendigos servir es humillante. Pero pedir limosna, eso es de Reyes, Caciques, Generales y hasta Presidentes.
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