Monday, April 2, 2012

Celsius 233

Vivimos en un mundo impaciente. La inmediatez en el acceso a la información se ha convertido en prioridad. Si un barco encalla al otro lado del mundo, queremos saber, antes que el capitán pise tierra, de qué color era la ropa interior de la chica que lo distrajo y causó el accidente. Peor aún, no queremos que nos lo digan. Queremos verlo.

Para eso inventamos Internet. Mentira. No tenemos idea para qué se inventó. Fue algo que surgió casi de forma natural, en una especie de gestación bioelectrónica entre transistores y materia gris. Un organismo que cobra vida con el impulso de miles de millones de voluntades, solamente concebible por un Julio Verne o algún libretista nerd que podría haberla imaginado como una Skynet, que eventualmente se voltearía contra su creador para aniquilarlo.
 

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