Friday, July 30, 2010

Ojos de Videotape


No había plan más mundano que ir a alquilar una película. Algún día, generaciones futuras se burlarán de cómo sus antepasados perdían el tiempo con sus rituales plebeyos.

Siendo chamo, más de una vez me tocó acompañar a mi mamá al automercado (El Patio en Los Palos Grandes para quienes se ubican). Hasta el sol de hoy no existe vaina que me de más flojera. Pero en aquella época escoltar a mi madre a las compras quincenales traía su justa compensación. Detrás de las cajeras existía una pequeña tienda de video en la que yo me “perdía” mientras ella pagaba. Como premio por mi solidaridad me dejaba alquilar una, dos o hasta tres películas (dependiendo del humor o de que tan cerca del fin de semana estábamos). La selección no era muy refinada ni variada pero para un chamo de diez era más que suficiente. Estaban super actualizados con la saga de Locademia de Policía, Bond completo, cantidades de películas de ciencia ficción y una sección de aventura donde fácilmente podían confundir la carátula de alguna película de Indiana Jones con las de Alan Quatermain (Las Minas del Rey Salomón), error que con gusto se perdonaba.

Así fue que descubrí otra fuente de material para satisfacer mi pasatiempo favorito. Emocionantísimo meter una película en el VH para descubrir que en efecto alguien se había molestado en rebobinarla. Las presentaciones de Blancic Video y Videorama Stereo, con su música de sintetizador ochentoso y efectos especiales pop tapa amarilla, me generaban la misma emoción y expectativa que las de Warner Brothers, Tristar, Columbia o 20th Century Fox. El advenimiento del DVD no cambio mucho la cosa, simplemente cambiamos la frustración de una película no rebobinada por el horror e indignación de la película rayada.

Pasaron los años y la aventura de alquilar películas se fue convirtiendo en una costumbre que, igualmente, pasó por varias etapas. El típico primer plancito mixto de preadolescentes, la primera ida a casa de la chama que te gustaba, el plan de los miércoles y domingos con la novia y la opción a una botella de ron cuando se estaba despechado. Alquilar una película, un plan para cualquier ocasión. Eventualmente se convirtió en mucho más que un plan social, más que una costumbre para momentos de ocio, se convirtió en un ritual. Pasar por la tienda de videos era mi entreplanes. Siempre tenía una película en la casa.

Por un espacio de casi tres años, en lo que se ha catalogado como una de las peores sequías de la historia, visité religiosamente el Videocolor Yamin de Altamira todas las noches, de Domingo a Miércoles, sin excepción. Más de una vez me botaron a las 11 y pico de la noche porque tenían que cerrar. El ritual se había convertido en adicción. Todos los empleados se sabían mi nombre y siempre me daba la misma pena cuando estaba haciendo la cola para pagar. Ponía la película sobre el mostrador y sin mirarlos a los ojos decía “y una caja de Belmont, vaya,” ni tenía que darles mi número de cédula.

Es verdad era el sitio main stream para alquilar películas, pero ¿acaso había otro? La selección no era las más completa y aunque no se tardaban demasiado en traer las películas nuevas, cuando llegaban, por un par de meses solo había un ejemplar de cada una, ese preciado ejemplar que al encontrarlo provocaba un Eureka! ahogado que se manifestaba con una expresión de hiperventilación.

Digan lo que digan, era una Videoteca decente. Tenían a todos los españoles, una colección de Kurosawa respetable, la respectiva pared con todos los hits del festival de Sundance, Bond again, una sección de oldies la cual parecía una fiesta dirigida por Bogie, Holly Golightly, el señor Peck y el resto de la pandilla, suficiente Hitchcock como para considerarse un connaisseur y por supuesto todos los Oscars y Blockbusters que un comecotufas vulgar y silvestre pueda querer. Fue ahí donde me di el gustazo de encontrar Cinema Paradiso en su versión original. La que Giuseppe Tornatore tuvo que recortar para que fuese digna de reconocimiento occidental. Es en esa versión donde se ve claramente la traición de Alfredo y donde cobra verdadero significado aquella escena final inolvidable donde un envejecido Toto revela el legado de su viejo amigo. Paradójicamente, las escenas que recortó Tornatore, al igual que las que tenía que recortar Alfredo (según el criterio del púdico Padre Adelfio), eran las mejores.

Pero ir a alquilar la película era la parte humana del plan, aunque muchas veces el contacto humano se limitaba a la telepatía. Habré tenido cientos de romances imaginarios con todo tipo de cinéfilas. La que iba en pijamas y desentendida, la jevita del yoga, la comegato intensa que despotricaba la selección pop del lugar, el culito que siempre pedía recomendación porque sobrevaloraba mi dominio sobre la materia y que luego se iba corriendo para montarse en la camioneta de un novio acreatinado, etc, etc. A todas les inventaba unos backstories tragiquísimos de los que las rescataba este servidor.

En promedio podía pasarme alrededor de 40 minutos caminando y tambaleándome entre esos pasillos, pasándole la mano a todas las carátulas manoseadas y leyendo las contracaras de las peores producciones de Hollywood y el mundo, la versión literaria del trailer.*

No todo era soñar despierto, de vez en cuando te encontrabas o con el pana ese que tenía buena conversa que solo veías ahí o con la parejita que siempre iba junta a escoger las películas, esa que o terminaban felices para siempre o debajo de una lámpara como los Rose. También estaba la gente conocida que al igual que yo, en una especie de baile no acordado, evitaba a toda costa el saludo y el small talk correspondiente. Y no podían faltar, mis favoritos, los freakies que iban justo antes de cerrar para alquilar una porno o, peor aún, algo de Hentai, aunque fuese por curiosidad nada más.

Hoy el plan ya no existe. La crisis y la invasión de las películas piratas (regardless de la cara de ponchado del papá del chamo con el 20 pirata) acabaron con la pequeña o mediana industria de las películas alquiladas en Venezuela. En el norte y otras partes del mundo el plan de ir a un sitio a alquilar películas se acabo gracias a la tecnología. Si bien es cierto que es una maravilla tener acceso a miles de películas online y que es muy chévere que mágicamente te llegue un DVD por el correo, es una lástima que se haya perdido el viejo ritual en sí. Nos seguimos aislando por la conveniencia. Pero no podía ser de otra manera.

Cuando cerraron la última gran Videotienda de Caracas, vendieron todas las películas usadas a precio de gallina flaca. Me acerqué solamente para ver si encontraba aquella copia de Cinema Paradiso que me había sorprendido tan gratamente, por lo menos para guardarla como recuerdo de una época que se despedía o como premio de consolación por haber perdido uno de mis planes favoritos. Pero fue inútil, no la encontré.

*El tema de los trailers en el cine me apasiona y sin duda es merecedor de su propio post: COMING SOON TO A THEATER NEAR YOU.

Friday, July 16, 2010

Soccer, el nombre del juego


Mientras devoraba el último issue de The New Yorker (como de costumbre, en la bañera) me crucé con un artículo de Hendrik Hertzberg sobre la relación de los gringos con el fútbol. A propósito del tema digamos que, a pesar de que el hombre desarrolla muy bien su argumento y vale la pena leerlo, suena un poco a disco rayado. Pero para mi sorpresa, Hertzberg trae a colación el origen de la antipalabra Soccer y el desagrado de las naciones futboleras frente a ésta. Así pues, como regalo de despedida del Mundial y a los fines de alimentar tertulias en la gran barra del botiquín tercermundista, aquí se los dejo.

soccer /sok-er/

“(…)The one that the rest of the world calls “football,” except when it’s called (for example) futbal, futball, fútbol, futebol, fotball, fótbolti, fußball, or (as in Finland) jalkapallo, which translates literally as “football.” That one.”

““Soccer,” by the way, is not some Yankee neologism but a word of impeccably British origin. It owes its coinage to a domestic rival, rugby, whose proponents were fighting a losing battle over the football brand around the time that we were preoccupied with a more sanguinary civil war. Rugby’s nickname was (and is) rugger, and its players are called ruggers—a bit of upper-class twittery, as in “champers,” for champagne, or “preggers,” for enceinte. “Soccer” is rugger’s equivalent in Oxbridge-speak. The “soc” part is short for “assoc,” which is short for “association,” as in “association football,” (…)”

Wednesday, July 14, 2010

TDK


Hay costumbres que deben mantenerse aunque sean absurdamente cavernícolas. Grabar un mixtape era un arte que requería de tiempo, dedicación y mucha paciencia. Desde el momento en que se empujaban los botones de rec y play al mismo tiempo comenzaba a fluir la adrenalina. Un sentimiento parecido al que deben sentir los pintores luego de hacer un trazo en el lienzo, la angustia de la perpetuidad, muchas veces preferible seguir a borrar y terminar de poner la cagada. Coordinar cada canción con la pausa adecuada entre cada una, calcular cada lado para que no se corte ni un segundo de la obra y escribir en las etiquetas en letra legible cada canción en el orden correspondiente, todas tareas dignas de la minuciosidad y el pulso de un cirujano.

Pero más allá de la parte técnica, el verdadero arte estaba en la selección del contenido. Escoger las canciones correctas y grabarlas en un orden coherente con la persona o la ocasión era solamente posible a través de años de práctica o de un talento innato digno de reconocimiento internacional.

La tapa del frasco era regalar el cassette. Un regalo de muy bajo o ningún costo monetario y con un valor sentimental muchísimo más grande que la más cara de las pulseritas, solamente comparable con un poema escrito a mano. Aparte de un magnifico regalo que describía con música el retrato de una relación adolescente, un mixtape también podía ser el diario accidental de un despecho, una semana santa, un viaje, una rumba, un año, una moda, una amistad… en fin, una época.

Hoy me encontré con un CD que grabé hace 7 años, lamentablemente todos mis cassettes se desintegraron y mis cassetteras deben estar enterradas en alguna chivera de la panamericana. Esto es lo más cercano. Me reí mucho. A continuación incluyo el contenido del disco, por favor no me juzguen, les podría pasar a ustedes.

1. We didn´t start the fire, Billy Joel: Qué mejor forma de empezar.
2. Crazy in Love, Beyoncé featuring Jay-Z: WTF, simplemente inexplicable, aparentemente fue lo más cercano que encontre a “Staying Alive.”
3. Smooth, Santana featuring Rob Thomas: Puro power, supongo que para enfrentar la noche.
4. Mr. Roboto, Styx: Lo confieso, absoluto Styx fan.
5. Let´s dance, David Bowie: Necesitaba un poco de Bowie, muy apropiado luego de Mr. Roboto.
6. Last Nite, The Strokes: Ánimo que queda noche por delante.
7. Epic, Faith no more: El orden hasta ahora revela que en esa época estaba seriamente desequilibrado.
8. Come with me, Puff Daddy featuring Jimmy Paige: Gran homage a Kashmir de Led Zeppelin, pre Puffy, P. Diddy, Diddy, Sean “Puffy” Combs.
9. Bring me to life, Evanescence: WTF, sería culpa de la jevilla de turno.
10. Heroes, David Bowie: Backup en caso de que la noche deje de ser Smooth.
11. Brown Eyed Girl, Me first and the Gimme Gimmes (Ska cover): No me ReCURDO.
12. Hey Jelousy, Gin Blossoms: Nostalgia por el pasado, even then.
13. Disarm, Smashing Pumpkins: Ditto.
14. Soul to Squeeze, Red Hot Chili Peppers: Respect.
15. Man on the moon, R.E.M.: La noche se torna depre.
16. Wish you where here, Pink Floyd: Despecho.
17. Into the west, Annie Lennox: Y de las cenizas se levanta, una vez más, Aragorn hijo de Arathorn.

Como bono aquí les dejo un famoso quote de Nick Hornby (High Fidelity) sobre la complejidad de los mixtapes:

“To me, making a tape is like writing a letter — there's a lot of erasing and rethinking and starting again. A good compilation tape, like breaking up, is hard to do. You've got to kick off with a corker, to hold the attention (I started with "Got to Get You Off My Mind", but then realized that she might not get any further than track one, side one if I delivered what she wanted straightaway, so I buried it in the middle of side two), and then you've got to up it a notch, or cool it a notch, and you can't have white music and black music together, unless the white music sounds like black music, and you can't have two tracks by the same artist side by side, unless you've done the whole thing in pairs and...oh, there are loads of rules.”

Thursday, July 1, 2010

Hunky Dory

hunky dory \HUHNG-kee-DOHR-ee\, adjective
About as well as one could wish or expect; satisfactory; fine; OK.


Una vez más mi Libro Gordo de Petete Digital produjo una palabra digna de una breve entrada. Hunky dory significa en imperial (o inglés si lo prefieren) que TODO está chévere. Chévere, así como decía Clinton (Bill) que estaban las cosas en Venezuela.

Se cree que la palabra tiene su origen en el slang Neoyorquino de finales de 1800s. Otro sector de la doctrina le acredita el origen, a una calle (llamada Honcho Dori) que los marineros americanos solían frecuentar en busca de prostitutas cuando anclaban en Japón.

Osea que la traducción en criollo sería algo así como "todo está angelus" o mejor aún "Libeltaol papa, todo está Li-bel-ta-ol."