Su fuerte no son los rebotes. Tampoco anotar puntos. En la temporada que acaba de terminar (2012-2013) tuvo un muy deficiente récord de cestas y su tiempo con el balón en la mano estuvo por debajo del promedio de la NBA. Su juego es uno brusco. De resistencia. “D-FENSE!”, le gritarían desde las gradas. Sus habilidades como defensa son extraordinarias. Jugadores con este tipo de estadísticas no son normalmente los que saltan a la fama mundial, ni los que acaparan la atención de los medios de comunicación y, sin embargo, si un nombre será asociado al año 2013 en la historia del deporte profesional, probablemente sea el de Jason Collins.
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Cuando el editor de Sports Illustrated recibió la noticia que un jugador activo de la NBA los estaba contactando para anunciar públicamente que era homosexual, ordenó que la información fuera manejada con absoluto hermetismo. Entendió que la única manera de evitar filtraciones y poder asegurar el tubazo, sería si el anuncio se hacía a través de la página web de la revista antes de que saliera la edición en papel.
Jason Collins sabía que esa era la forma más eficiente de difundir la noticia, por eso le pidió a su representante que hiciera el contacto con Sports Illustrated. Se agendó una reunión que se llevó a cabo en casa de la familia Collins en Los Angeles, con sus padres, su hermano gemelo (Jarron), un viejo amigo de la escuela, y un par de escritores de la revista. Jason había redactado una carta que leyó en voz alta, a manera de prueba, frente a la orgullosa mirada de su familia. La reunión ocurrió el pasado 24 de abril. La carta salió en la página web el 29, y el artículo se publicó en la revista en la edición del 6 de mayo. Así fue, entonces, que Jason Collins, con 34 años de edad, basquetbolista de la NBA, se convirtió en el primer deportista masculino de una importante liga estadounidense en anunciar su homosexualidad públicamente.
Tras una primera lectura el anuncio es impresionante. Pero al digerirla es imposible no sentir un dejo de absurdo en todo esto. ¿Por qué tendría que ser noticia la orientación sexual de una persona?
Collins explica sus razones en la carta.
“Me di cuenta que tenía que hacerlo público cuando, Joe Kennedy, mi antiguo compañero de cuarto en Stanford, y hoy senador por Massachusetts, me contó que había marchado en la Parada de Orgullo Gay de Boston en 2012. Los celos no son algo normal en mi, pero confieso que oír lo que hizo Joe me llenó de envidia. Estaba orgulloso de él por haber participado, pero a la vez lleno de rabia porque, como hombre enclosetado, ni siquiera pude celebrar, desde las gradas, el gesto de mi amigo heterosexual. De haber sido entrevistado en aquel momento, probablemente hubiese contestado con medias verdades. Que tristeza tener que mentir cuando precisamente lo que se celebra es el orgullo. Quiero hacer lo correcto y no esconderme más. Quiero marchar por la tolerancia, por la aceptación y por el entendimiento. Quiero tomar mi lugar y decir: yo también.”
Las reacciones en el mundo del deporte fueron, en su gran mayoría, un espaldarazo al deportista. Y qué podía esperarse. En los Estados Unidos el cambio social y la lucha contra la homofobia tienen años en movimiento, el mismo Collins comenta que se siente feliz de haber salido en 2013 en vez de 2003. Una reciente encuesta publicada en el Washington Post revela un crecimiento sostenido de la aceptación hacia el matrimonio entre personas del mismo sexo desde el 2004. Aceptación que, en el grupo de edad entre los 18 y 49 años, es realmente abrumadora.
Esta causa de derechos civiles se diferencia de sus antecesoras en muchos aspectos. Uno particular —y de especial relevancia para el caso de Collins— es la apariencia. El género, en la mayoría de los casos, es evidente. El color, ni hablar. En los años sesenta no hacía falta que un afroamericano saliera a las calles de Louisiana y dijera “Yo soy negro”, para que la gente lo supiera. La diferencia estaba a simple vista, y con esto, las conductas y reglas que había que corregir. En el caso de los homosexuales no es así de sencillo. Esto genera la necesidad de una manifestación por parte de la persona afectada —por una ley o política— para establecer que, en efecto, se encuentra dentro de ese grupo. Con este razonamiento, que no requiere más que el sentido común de un niño de sexto grado, queda clara la importancia de una “salida del clóset” en nuestros tiempos. De lo contrario ¿cómo se reclama un derecho?
Pedro Robledo, un joven de 21 años argentino, fue agredido junto a su novio en una fiesta en San Isidro, Buenos Aires. La noticia se hizo viral inmediatamente. En consecuencia, los jóvenes recibieron invitaciones tanto del gobierno como de la oposición, para conversar el tema.
Tras el incidente y la exposición que tuvo en los medios de comunicación, Pedro, quien ya era militante del PRO —partido opositor al gobierno de Cristina Kirchner—, se convirtió en una figura relacionada a la lucha por la diversidad sexual. Tras haberse reunido con la Presidenta y con el principal líder opositor (Mauricio Macri), fue invitado al programa de opinión 678 en uno de los canales del sistema de medios del gobierno argentino. Para el lego venezolano, 678 es una versión enjabonada de La Hojilla. Un Mario Silva vestido de seda. Al ser increpado sobre la incongruencia de militar para un partido conservador siendo homosexual, Robledo hace un elocuente comentario sobre el cambio de posturas de políticos en su partido y sobre el diálogo como vehículo para materializar esos cambios. La necesidad de poner el tema sobre la mesa y la importancia de trascender el sesgo político. En una carta a la Presidenta comenta: “Mi familia tuvo que abandonar el dogmatismo cuando este les impidió vivir plenamente con sus seres más amados. Espero que usted pueda hacer lo mismo por nosotros.”
Justo antes de trabarse en una interminable discusión sobre quién tiene el monopolio de los medios de comunicación en Argentina (si el gobierno o el grupo Clarín), Pedro comentó sobre la responsabilidad que sintió, luego de haberlo hablado con su muy religiosa familia, de salir y hacer pública su orientación sexual, comentario muy parecido a lo que afirma Jason Collins en su carta publicada en Sports Illustrated: “No quisiera ser el niño en el salón que levanta la mano y dice: soy diferente. Si fuera por mi, otra persona hubiera hecho esto. Pero nadie lo ha hecho, y por eso estoy levantando la mano.”
En el continente hemos visto grandes avances en cuanto a la regulación del matrimonio entre personas del mismo sexo. En Canadá es legal. Algunos estados de los Estados Unidos han aprobado las uniones entre parejas del mismo sexo, y está pendiente, para ser decidido este mes, un caso de la Corte Suprema que podría legalizar el matrimonio gay a nivel federal. En latinoamérica varios países han dado un paso al frente en el tema, en ciertas dependencias de México y Brasil (2012), Argentina (2009), y la más reciente (10 de abril de 2013), Uruguay, donde se aprobó un proyecto de Ley que permite el matrimonio entre homosexuales. Colombia y Ecuador aceptan las uniones civiles de parejas del mismo sexo. Venezuela, por su parte, tiene una de las Constituciones más jóvenes del hemisferio. Un instrumento, del cual se jactan sus promotores, tiene uno de los catálogos de Derechos Humanos más completos del mundo. Y, sin embargo, en ninguna parte se puede encontrar mención, siquiera, a la orientación sexual. Un ejemplo. En lo relativo a protección en contra de la discriminación se establece lo siguiente: “No se permitirán discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo, la condición social o aquellas que, en general, tengan por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos y libertades de toda persona.” En cuanto al matrimonio, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela es bastante más clara: “Se protege el matrimonio entre un hombre y una mujer, el cual se funda en el libre consentimiento y en la igualdad absoluta de los derechos y deberes de los cónyuges. Las uniones estables de hecho entre un hombre y una mujer que cumplan los requisitos establecidos en la ley producirán los mismos efectos que el matrimonio.” No hay lugar para interpretaciones, es taxativa en este aspecto: entre un hombre y una mujer. La única forma de generar un cambio de este tipo es mediante una reforma constitucional.
Normalmente estas iniciativas vienen impulsados por las tendencias políticas de izquierda, que en algunos países como Argentina, Uruguay, Chile, y Colombia, están perfectamente definidas, en otros, como Venezuela, no tanto. Esto último, pues la opción que en los últimos años se vanagloria de llamarse izquierda, es militarista, machista, pacata, y ultra conservadora.
El sector oficialista, en Venezuela, ha utilizado en repetidas ocasiones, de forma peyorativa, la orientación sexual para atacar a personalidades de la oposición. De forma infantil, casi. “Mariconsones.” A pesar de haber un claro y contundente rechazo a la homofobia —rechazo que es aplaudido por un gran grupo de la población venezolana— por voceros de la oposición, vemos pocas declaraciones manifiestas por parte de figuras públicas homosexuales. Y esto no sólo en cuanto a comentarios ofensivos y discriminatorias, sino en términos generales. La bandera por la diversidad sexual en Venezuela la lleva, íngrima y sola, la abogada y activista Tamara Adrián. Sorprende que políticos y artistas —dolientes— no se unan públicamente a la causa.
¿Más allá de un derecho, existe una responsabilidad de los homosexuales de esta época en alzar la mano y decir: yo soy? Es una difícil pregunta con incontables aristas. Una responsabilidad, quizás no. Lo que sí es seguro es que en cualquier contexto, sea un personaje de alto perfil o no, los resultados a nivel personal y social parecen ser positivos. Se educa al entorno. Jason Collins seguramente será un ejemplo para una gran cantidad de jóvenes deportistas que se encuentran presionados por el estereotipo americano del “sports jock” y que, finalmente, podrán ser ellos mismos. Así como, en su momento, con todas las dificultades y trabas profesionales que esto le trajo, la salida de Ellen Degeneres cambió dramáticamente la visión de la homosexualidad en Hollywood. Importa para que en el futuro no importe.
Los cambios en materia de derechos civiles vienen impulsados por la gente. Por gente que se levanta y dice, fuerte y claro, “QUIERO UN CAMBIO.” Hasta que eso no ocurra veremos muy poco avance. Para eso, Venezuela necesita sus propios Jason Collins.
Publicado en Revista Clímax junio 2013
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